9 DE JULIO DE 2011 ¿QUE SIGNIFICA SER LIBRES?
<><><>Este artículo de Félix Luna fue publicado por Clarín el 8 de julio en la
sección Opinión. Lo proponemos como reflexión y punto de partida de un
debate sobre la Independencia. Todas las opiniones recibidas serán publicadas.
Envíe su opinión a: 9dejulio@clarin.com.ar ><><><>
Hubo muchas ideas diferentes de independencia a través de la
historia argentina. En 1816 la declaración de los congresales de Tucumán fue un
acto formal: el país ya tenía bandera, himno, moneda y gobierno propios. Décadas
más tarde, para los unitarios no había país independiente sin cultura propia;
para los federales, en cambio, no existía nación sin defensa de la soberanía.
Así, la Generación del 80, Yrigoyen y el peronismo dieron nuevos significados al
hecho de ser libres. Hoy, Félix Luna los resume y ofrece su punto de vista sobre
cuál de ellos tiene más lógica en este mundo de fin de siglo.
¿Qué significa ser libres?
Por Félix Luna
Que yo sepa, la palabra independencia tardó tres o cuatro años en
incorporarse al vocabulario revolucionario en las Provincias Unidas del Río de
la Plata. Más bien se hablaba de libertad y el concepto de emancipación se
reservaba para una etapa posterior, cuando las armas patriotas alejaran el
peligro de una derrota. Cuando Alvear tomó Montevideo, esa pistola que desde
1810 apuntaba al pecho de la revolución , recién entonces empezó a hablarse
abiertamente de independencia, aunque ya para entonces estas tierras tenían
bandera, himno, moneda y gobierno propio. Pero los dirigentes porteños eran
cuatos y avanzaron solo paso a paso. Cuando en 1816 el Congreso de Tucumán
proclamó solemnemente la independencia, esta ya era una circunstancia
irreversible que los congresales se limitaron a homologar.
Múltiples
sentidos Independencia era, pues, una patria libre de toda dominación
extranjera. Pero la palabra fue cambiando de connotación con el transcurso del
tiempo. Para Echeverría ser independiente incluía una cultura propia. Para
Rosas, la independencia era el ejercicio irrestricto de lo que hoy llamaríamos
soberanía. Los organizadores del país y los hombres del 80 fueron celosos de la
independencia política pero entendieron que una nación periférica como la
Argentina tandría que hacer concesiones a los intereses extraneros si quería
alcanzar objetivos de progreso que la robustecieran. Yrigoyen produjo algunos
gestos y palabras en el campo de la políticca internacional que expresaban una
mayor autonomía de decisiones: tal, la neutralidad o la no incorporación a la
Sociedad de las Naciones. En las décadas de 1930 y 1940, sectores nacionalistas
batieron el parche sobre la independencia económica y Perón declaró que esta era
una realidad, en Tucumán, en 1946.
Los ejemplos podrían seguir, pero
quiero decir que aquella vieja palabra que en el nacimiento de la Patria
movilizó tantos sueños y tantos esfuerzos, fue ampliando su significación. No
importa que las inclusiones hayan sido algunas veces pretextos para recursos
políticos o que tuvieran un alcance puramente retórico; lo cierto es que los
argentinos sentimos hoy que aquello que se proclamó hace casi 170 años es una
concepción bastante más compleja que la de entonces. En un mundo tan embarullado
como el de hoy, ningún país puede pretender una independencia absoluta: el solo
hecho de adherir a Naciones Unidas y a muchos de sus organismos derivados
restringe en alguna medida la independencia. Pero esta no puede limitarse
tampoco a los ritos formales de nuestros símbolos patrios. Creo que los
argentinos hoy centran la idea de la emancipación en la capacidad del país de
decidir según sus propios intereses dentro de una razonable convivencia
internacional y de una prudente relación con las naciones más poderosas. Esto
parece obvio, pero debe completarse con la posibilidad de que nuestros
compatriotas tengan un acceso posible a los bienes físicos y espirituales que
hacen a la vida algo digno de vivirse. Dicho de otro modo, que sientan que
nuestra condición de país independiente es un valor defendible, que vale la pena
serlo.
Intereses comunes Está muy claro que el mundo marcha hacia una
progresiva interdependencia y que la concepción de países autárquicos ha quedado
atrás. Acaso la independencia radique para nosotros, argentinos y
latinoamericanos, en dar a nuestros pueblos más educación y un instrumental de
cultura que les permita distinguir sus propios intereses colectivos, y a la vez
manejar una tecnología cada vez más imprescindible. De algún modo esta propuesta
valoriza la idea de Echeverría. No la contradice sino que completa la
significación de aquello que se proclamó en una casa tucumana cuando nuestro
país era apenas un boceto, una vocación frágil y vulnerable
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